Pero podemos hacer lo posible para que ese peso no arruine todo el trabajo del invierno y primavera del gimnasio. Lo primero que hay que hacer es equilibrar las comidas y evitar atiborrarse en comida y cena, que es lo frecuente en vacaciones. Sigamos con el plan de 5 comidas al días, 3 principales y 2 tentempiés.
Los desayunos libres de los hoteles nos ofrecen cantidad de alimentos. Dejemos a un lado la bollería, que podemos comerla en cualquier parte, y centrémonos en probar la variedad de fruta, cereales y zumos que se nos ofrece.
Las comidas son el arma de doble filo de las vacaciones, ya que solemos ingerir comida hasta no poder más. Esta sensación de lleno continuo es lo que nos indica que inevitablemente estamos subiendo de peso, ya que metemos más energía de la que gastamos. Beber agua, no alargar mucho las comidas y saber cuándo parar son la clave para mantener el peso a ralla a la hora de la comida.
Como hemos dicho engordamoas no sólo por la cantidad de comida que tomamos, sino porque en vacaciones también solemos descuidar nuestros entrenamientos. Ir a la playa andando, hacer turismo activo, nadar o dar largos paseos nos pueden ayudar a quemar parte de las calorías extra que estamos metiendo al cuerpo.
Las cenas son a mi modo de ver una de las comidas clave en las vacaciones. Una cena ligera por ejemplo a base de pescado, ensaladas, verduras o fruta nos ayudará a darle una tregua al estómago y facilitará el descanso y el no perder el ritmo intestinal, que tanto se suele complicar durante las vacaciones.
Y no olvidemos la hidratación, el agua es imprescindible, sobre todo si veraneamos en la playa. Pasar mucho tiempo al sol hace que nos deshidratemos casi sin darnos cuenta, por eso no podemos olvidar llevar siempre una botella de agua con nosotros.
Vía | vitonica